Literalmente, ver el mundo desde el punto de vista de un perro.
- John H. W. Taylor

- 30 sept
- 1 Min. de lectura
Ponte de rodillas y observa las cosas como lo haría un perro. Las patas de las sillas y las mesas se convierten en árboles. Las piernas de los adultos parecen troncos que caminan. Los niños pequeños que gatean se transforman en cachorros, y los que caminan parecen perros erguidos sobre sus patas traseras. Los sofás y las camas se convierten en puntos de observación elevados desde donde pueden mirar con seguridad. Los cables eléctricos parecen palos largos y suaves. Los zapatos vacíos parecen pequeños troncos. Un abrigo, un calcetín o un guante pueden parecer la piel de un conejo o un mapache.
Deja que tu imaginación vea las cosas como las vería un perro. Si a esto le sumas el conocimiento de que los perros no tienen sentido del bien o del mal en términos humanos, ni entienden el costo o el valor material de las cosas, poco a poco te meterás en su mente. En ausencia de elementos naturales como palos, troncos o pieles de animales, los perros jugarán con lo que encuentren a su alrededor, sin importar cuánto valor le dé un humano.
Antes de traer un cachorro a casa, agáchate y observa lo que verá. Asegúrate de que estará a salvo de cables eléctricos u otras tentaciones peligrosas. Si el cachorro destruye algo valioso, no es su culpa, sino un descuido del humano. Haz que tu hogar sea “a prueba de cachorros” antes de su llegada.







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